About the Author:
Marc David, M.A., is the founder of the Institute for the Psychology of Eating and a leading visionary and teacher in nutrition and eating psychology. His work has touched millions of lives through the institute, with internationally acclaimed trainings for professionals and breakthrough programs for anyone looking to transform their relationship with food. Marc’s work has been featured extensively in television, radio, and online platforms, and his unique synthesis of science, psychology, heart, and soul has forever influenced the field of nutrition and health. The author of Nourishing Wisdom and The Slow-Down Diet, he lives in Colorado.
Excerpt. © Reprinted by permission. All rights reserved.:
Introducción
La vida no puede esperar a que las ciencias expliquen científicamente el Universo . . . La vida nos es disparada a quemarropa.
José Ortega y Gasset
El sosiego da buen resultado
Sandy estuvo haciendo dietas durante seis años sin obtener resultados duraderos. Se quejaba de un constante reflujo gástrico (acidez estomacal) y de tener momentos en que comía excesivamente. Vivía en una batalla implacable con los alimentos, que le consumía una parte importante de su energía vital. Aunque sus médicos le habían indicado que gozaba de perfecta salud, Sandy estaba convencida de que su problema era un metabolismo perezoso. Estaba cansada de batallar con los alimentos y los ejercicios, pero no sabía hacia dónde mirar.
En menos de seis semanas de trabajo conmigo, Sandy bajó 15 libras y en cuatro meses ya había adelgazado un total de 45 libras al mismo tiempo que ingería más alimentos con grasa y hacía menos ejercicios. Su guerra con los alimentos había terminado, y al fin había obtenido lo que deseaba. A continuación explico lo que hicimos.
Comenzamos por centrarnos en la calidad. Cuando conocí a Sandy, su dieta consistía en muy pocos alimentos frescos o hechos en casa. Consumía muchos productos edulcorados artificialmente y producidos en masa, con grasa de baja calidad. Apenas consumía ningún alimento de baja toxicidad y rico en nutrientes. Mejoramos la calidad de la dieta de Sandy; al hacerlo, comenzó a disminuir naturalmente la cantidad de alimentos que comía. Cuando el cuerpo no recibe la nutrición de calidad que desea, no siempre tiene un mecanismo suficientemente sofisticado para pedir alimentos de mejor calidad, sino que pide a gritos más cantidad.
Seguidamente, examinamos el ritmo. Sandy tenía la costumbre de no desayunar, almorzar muy poco y con premura, y servirse una gran cena después del trabajo alrededor de las ocho de la noche. Como Sandy, la mayoría de las personas no se dan cuenta de que el organismo metaboliza más eficazmente los alimentos al mediodía, específicamente cuando el sol se encuentra en su cenit. Las investigaciones demuestran que las calorías se queman mejor en el almuerzo. Tarde en la noche y temprano en la mañana son los momentos menos eficientes para metabolizar alimentos.
Le recomendé a Sandy, que desayunara bien, que tomara un buen almuerzo y que comiera poco en la cena. Consumiría más calorías, pero las concentraría en la hora de mayor eficiencia metabólica. Al tomar más tiempo para comer, estaría literalmente mezclando más oxígeno con su comida, con lo cual lograría una mayor capacidad de quemar calorías y una digestión más robusta.
Luego, como la propia Sandy había dicho que ella era de comer rápido, le pedí que se relajara y respirara. Hay un fenómeno que los científicos llaman respuesta digestiva de la fase cefálica. Cefálica significa “de la cabeza”. La respuesta digestiva de la fase cefálica es un término complicado para referirse a cómo el cuerpo experimenta el sabor, aroma, satisfacción, estimulo visual y placer en general de una comida. Según el estudio de investigación que se analice, entre el 20 y el 80 por ciento de nuestra capacidad de quemar calorías, nuestra capacidad digestiva y nuestra asimilación de nutrientes específicos vienen directamente de la respuesta digestiva de la fase cefálica, o sea, la fase de la digestión que tiene lugar en la cabeza. Al comer con premura, Sandy reducía significativamente su metabolismo. Su forma atropellada de ingerir los alimentos obligaba a su cuerpo a reaccionar con estrés, con lo cual disminuían drásticamente su digestión y su capacidad de quemar calorías. Después de incorporar sencillos ejercicios de respiración profunda, el aumento de la oxigenación y de la circulación sanguínea en su sistema digestivo estimuló la eficiencia térmica, o sea, su capacidad de quemar calorías. La respiración y la relación también revirtieron su bloqueo digestivo inducido por el estrés, con lo cual desapareció por completo su reflujo gástrico crónico.
Después de estos resultados satisfactorios, le pedí a Sandy que hiciera algo que al principio parecía descabellado. Le sugerí que disfrutara la comida, que se permitiera a sí misma sentirse alimentada y que no se sintiera culpable, sin importar lo que comiera. Esto fue especialmente difícil para Sandy, pues ella había pasado gran parte de su vida adulta luchando contra la comida. Por primera vez, Sandy estaba considerando verdaderamente la posibilidad de no infligirse dolor, sino placer. Ciertamente, el placer es un potente metabolizador que hace aumentar la oxigenación y la circulación sanguínea y reduce la producción de cortisol e insulina, lo que ayuda a quemar grasas y desarrollar el tejido muscular. Además, hace que predomine el sistema nervioso parasimpático, el cual activa plenamente el metabolismo digestivo y la capacidad de quemar calorías.
Por último, abordamos el mayor problema de Sandy: el comer en exceso. Para sorpresa de ella, le expliqué que nunca había logrado dominar su problema de sobreingesta por una sencilla razón: el problema no existía en realidad. He podido comprobar que alrededor de nueve de cada diez personas que dicen comer en exceso en realidad tiene un problema distinto: que no comen cuando están comiendo. Debido a la deficiencia de un importantísimo metabolizador universal (la conciencia) muchos comemos como si estuviéramos dormidos. Al no percatarnos de lo que ingerimos, eludimos por completo el mecanismo de saciedad del cuerpo. El resultado es que seguimos teniendo hambre.
Cuando comemos, estamos buscando el placer de los alimentos y evitando el dolor del hambre. Si no prestamos atención a los alimentos, el cerebro interpreta esta experiencia omitida como hambre y nos envía la señal de que comamos más. Creemos erradamente que nuestro problema es de falta de voluntad, cuando en realidad lo único que necesitamos es estar más presentes cuando comemos.
A Sandy le pareció sorprendente el resultado neto de su labor. Logró catalizar un cambio permanente en su peso y, por primera vez desde su adolescencia, se sintió estimulada por los alimentos. El hecho de sosegarse y de trabajar con la sabiduría del organismo le permitió aumentar su tasa metabólica.
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