HACE FALTA UN CIUDADANO Prefacio Qué linda sería mi ciudad y, qué grande y maravillosa sería mi Patria, si en cada cuadra encontrase un puñado de buenos ciudadanos; si en cada vecindario encontrase hombres cívicos y altruistas por excelencia; si en cada puesto público hallare hombres honestos que cumplieran a cabalidad con sus funciones y atendieran al público como a sus verdaderos patronos, __ya que en realidad lo son__; si en cada escuela existiesen educadores responsables, llenos de amor, de bondad, mística y sabiduría; si en cada puesto de trabajo hubiese un hombre o mujer responsable, amable, generoso... capaz de la mejor cuota de voluntad y hasta de los más grandes sacrificios para hacer que la fábrica o la empresa marchara eficientemente, para el bien del desarrollo y seguridad social, y para que nunca esa fuente de empleo se fuese a la bancarrota y cerrase sus puertas a todos los trabajadores que en forma armoniosa están laborando y ganando su sustento, el de su querida familia y el de la Patria. Sí..., hoy en día, hace falta un ciudadano que deje de pensar tanto en EL, que tenga un buen sentido de pertenencia y de lo que le corresponde hacer como miembro de una familia, como socio de una comunidad y como ciudadano de su nación y ciudad. Un ciudadano que cumpla a cabalidad con sus deberes y responsabilidades, que vibre ante cualquier situación de su vecindario, de su ciudad, de su nación o de su empresa que le da su manutención; un ciudadano que sea íntegro con su familia, con la sociedad, con su puesto de trabajo, con sus esperanzas e ideales. Un ciudadano que sea cívico, se interese y entusiasme por seleccionar y elegir a sus representantes en el gobierno y en los cuerpos colegiados; un ciudadano que sea capaz de sublevar su conciencia y superar la pereza, la indolencia y la desidia para desarrollarse como ente social, cultural, espiritual... venciendo la ignorancia y el analfabetismo con la lectura y el estudio autodidacta de superación personal. Un ciudadano que sepa que de su comportamiento dependen la paz, la seguridad social, el progreso y el futuro de su Familia, de su Ciudad y la Patria, que es el primero y más valioso patrimonio de cada ciudadano. Hace falta un ciudadano que no desperdicie el tiempo ni sus energías... y juventud en francachelas y diversiones obscenas, y que también haga algo por su vida, porque ello redunda en bien de su familia, de la comunidad y de su nación. Un ciudadano que se apersone de sus obligaciones, que aprenda lo que significa vivir en una sociedad y pertenecer a una democracia participativa. Y hace falta un escritor, un poeta, un artista y un periodista honesto, patriota y no mercantilista, en cada puesto de comunicación, para salvaguardar la moral, la honra... e impedir la manipulación de las noticias, las afrentas y las calumnias a los servidores públicos, a los ciudadanos y a la Patria, por la televisión, la radio y la prensa escrita. Hace falta un ciudadano que entienda que la democracia se construye por lo que se aporta con altruismo y entusiasmo, y que para que ella se consolide cada uno debe convertirse en un ente social y participativo activo, pero sobre todo, no en el indiferente y el egoísta número uno y opresor de los demás; sino en el ciudadano solidario, fraternal, humano, cosmopolita... y de grandes ideales y de grandes valores sociales, espirituales, humanos y políticos. Un buen ciudadano finalmente, es el que ha aprendido a desprender de su alma todas las pequeñas manchas de mezquindad, egoísmo, avaricia, envidia, indiferencia, indolencia y pereza. Jaime Bedoya Martínez
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