El nacimiento de un hijo como momento de quiebre en la vida de una pareja. Un niño deseado, pero diferente. En palabras del padre, en un tímido intento por explicar a los conocidos durante los primeros meses: es un niño con un pequeño problema. Tiene mongolismo. Primero, el desconcierto, y el padre asume que lo urgente no es resolver el problema de la criatura ¿se podría resolver algo? , sino el espacio que el hijo ocupará en su propia vida. Y el niño lo ocupa, lo ocupará por el resto de la vida. En un libro osado y honesto, Tezza expone las dificultades, innumerables, y las deliciosas pequeñas victorias al criar un hijo con síndrome de Down. El periplo por hospitales y consultorios médicos en una época en que el asunto no era tan estudiado y tenía todavía el velo del misticismo, la tensa relación inicial con la mujer. En una de las crisis, en medio de un llanto desesperado, ella le dijo: Yo acabé con tu vida. Y él no respondió, como si coincidiera la mano que alargó hacia los cabellos de ella consolaba el sufrimiento, pero no la verdad de los hechos . Aprovecha las cuestiones que aparecerán por el camino en estos 26 años de Felipe para reordenar su propia vida: la experiencia de la vida en comunas siendo adolescente, la vida como ilegal en Alemania para ganar dinero, las dificultades de ser escritor con treinta y tantos años y algunos libros en el cajón, la supuesta estabilidad con la plaza de profesor en una universidad pública. Con precisión literaria para encadenar de manera clara referencias a épocas y situaciones dispares, a veces, dentro de un mismo capítulo, con la publicación de El Hijo Eterno, Cristovão Tezza reafirma su lugar entre los mayores escritores brasileños.
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